Aquella noche, estaba yo cómodamente sentada escuchando el mensaje motivacional que daba el conocido líder de jóvenes en un estadio. Debido a su carisma navegaba por las palabras sin mayores sobresaltos, todo me era bastante familiar… Pero Dios tiene esa forma sorprendente de hacernos entrar en razón, y las palabras que siguieron casi me arrancan de la butaca:
-¡Usted no es un tacho de basura para que otros vayan y depositen ahí sus desperdicios!.
¡Ese hombre me hablaba directamente a mí! ¿Cómo sabría…?
Hoy, analizando esa noche que no se me borró de la memoria (donde ya dijimos que se guarda lo correcto y procesado, diferente de los recuerdos) entiendo que tal vez todas las personas en el estadio se sintieron igual. La mayoría fuimos en algún momento ese tacho, y dejamos que otros nos tiren basura dentro, y encima hemos creído que solo servíamos para eso. Pero en ese momento a mí dejó de importarme lo genérico, porque mi personal y desmedida reacción pasó a primer plano.
Resulta que yo reconocí en un solo instante (porque si algo tengo de bueno es que no demoro en confrontarme) que por dós décadas me permití ser ese tacho de basura. Un enorme y contaminado bote donde dejé que otros acumularan lo que no debería ser depositado en ninguna persona. Pude reconocer entonces lo limitado de ese lugar donde vivimos encadenados a lo que otros dicen que somos… Al levantar la cabeza solo se ve la tapa oscura y sucia de los “no servís, no podés, no te quiero, nunca lo lograrás”. Y el tarro crece hasta convertirse en un enorme contenedor. Y el mayor problema no fue reconocer todo lo que había que limpiar, sino enfrentar que yo tenía mucho que ver con eso porque lo había permitido así que yo debería hacer algo al respecto. Y aquí volvemos sobre el crucial tema del adentro-afuera. Ni el papel de víctima por dentro ni echar las culpas afuera solucionan nada, hacerse responsable en cambio nos compromete de inmediato con acciones.
Y me dí a la complicada tarea de reconstruir mi dañada y equivocada identidad. Con esfuerzo y trabajo duro, que es la única forma que entiendo de hacer las cosas, raspé las costras que tapaban la persona real y fue increíble lo que empezó a emerger. Es como el trabajo de restauración de un cuadro antiguo. Primero emerge la suciedad que tapa todo (no sé de que tanto se asombra la gente cuando saca a luz algo y se vé mal, es una obviedad: si esta sucio se verá sucio). Este proceso es arduo y cansador y hay que echarle ganas como dicen en Centroamérica poniendo manos a la obra sin demora, cuanto antes se empieza antes se ve el resultado.
Luego empezaron a aparecer como pequeñas luces los trazos del original. Mi memoria bloqueada por tanto recuerdo doloroso y pasado no tratado (basura al fin) reaccionó, los recuerdos reales de mí misma empezaron a volver y con ellos las cosas auténticas. El proceso de ahí en más nunca terminó, porque somos seres infinitos llamados a crecer a la medida de la inalcanzable estatura de Dios, y el único camino posible es simplemente crecer.
El tema con el tacho de basura es que adentro está una persona que precisa ser rescatada y enseñada a no volver a ocultarse en un bote (que si bién es oscuro y sucio proporciona cierta seguridad).
En el camino de crecer y recuperarnos, hay tiempos complicados. Fantasmas por erradicar de una vez, y verdades que de tan ciertas nos golpean con su vida latente no dándonos otra opción que aceptarlas de vuelta. Por más que les aplicamos anestesia y las echamos de la memoria siguieron ahí con todo su peso de destino.
Lo cierto es que de tantas idas y vueltas, y tanto tiempo buscando las respuestas; no solo nos encontramos con Dios en el proceso como nuestro Creador y unico dador de la verdadera identidad, sino que también en algún recodo y sin pensarlo nos damos de frente con nosotros mismos. Y de pronto podemos vernos en el espejo como por primera vez y reconciliarnos con lo que somos.
Aquella noche cuando me enfrenté finalmente con mi propia verdad también descubrí algo que dentro de la desmotivación que vivía, me alentó: vi que el choque con la realidad no sería devastador, porque Dios hacía mucho tiempo que estaba trabajando en mí. En realidad creo firmemente que nunca soltó mi mano. Todo lo que necesité entonces para armarme de valor y salir del tarro a enfrentar la vida fue poner mi fe en ese Dios tan enorme que yo reconocí me venía hablando hace tiempo, y no era para nada algo sobrenatural, no me gusta mezclar lo místico en mi relación con el Creador, simplemente cuando abro la Biblia cada día trato de prestar atención hacia lo que se orienta mi corazón.
Por años El me había consolado a través de Isaías 54: Como a mujer abandonada y triste El me encontró y llamó, y por un momento había visto Su ira, pero con amor eterno Dios me prometía que nunca más Su misericordia se apartaría de mí aunque el mundo temblara. Una nueva canción había sido puesto en mi vida, y también alegría. La pobre mujer fatigada de tempestades sería ahora cimentada y fundada sobre zafiro, y reconstruida de piedras preciosas finamente talladas. Sus hijos serían enseñados por el mismo Dios, y su paz se multiplicaría. Ningún arma prosperaría contra esa nueva persona, hecha a imagen y semejanza del mismo Creador, soñada como dicen los Salmos en el regazo eterno.
En tales palabras pude apoyarme mientras salía del tacho de basura. Sé que no es simple unir las bellas palabras de un Dios tan grande con una realidad dura, pero puedo afirmar por experiencia propia que cualquier persona puede lograrlo, y puede también aprender a apropiarse de cada palabra que el Creador nos legó en Su manual de vida. Creo que me falta muchísimo por terminar y seguro exhibo muchas veces aristas duras y algo empañadas. Esta vida es un proceso de preparación para la eternidad y como todo proceso debe vivirse paso a paso. Pero en algo estoy firme, y decidida a mantenerme: nunca más seré un tarro de basura ni volveré a vivir asimilando como propio lo que otros pretenden desechar en mi vida. Sea brillante u oscuro lo que tengo adentro trato de tenerlo a luz y no en un tacho. Antes que un gran contenedor de cosas ajenas, prefiero ser una simple hoja al viento, no importa si verde o dorada, pero saber que lo que soy puede volar sin límites en las alas del viento hasta tocar el cielo infinito.
por Edith Gero
Imagen: Taringa
Ay Edith!… cada vez que veo el título Bahia Esperanza en mi correo, piso el freno en seco y me detengo a revisar «La Palabra para mi»… parafraseando tu artículo, yo diría que Dios me tiene en «remojo» y suavemente me da vueltas, y poco a poco pero firmemente, va limpiando todo el mugre que acumule durante mi tiempo de inconxciencia… y me identifico contigo al decir que nunca más permitiré ser un tacho de basura para ninguno!… A veces pienso que Dios tiene más paciencia conmigo que yo misma… y ahí es donde veo el inmenso y maravilloso amor con el que me cuida… Lo amo… soy Suya… y soy feliz con Él… Gloria a Su Nombre amén!!!
Qué bueno Soraya! es exactamente para lo que estoy puesta, para darlos vuelta suavemente, en una lavadora donde (primero yo) vamos lavándonos de tanto que no es nuestro. Un abrazo.
necesito tanto de dios
Gracias deseperada entre a esta pagina y me ha servido tanto, esa era la palabra que necesitaba yo no soy un bote de basura para que depositen en mi todo lo que quieran, jamas permitire de nuevo eso, comenzare un proceso que creo sera doloroso pues desde que tengo uso de razón lo he permitido, pero con Dios de la mano y con su ayuda se que podre, ya me suscribi y estare muy pendiente de sus correos en verdad necesito mucho de Dios.
Que maravilloso es saber que el Dios de mi vida puso sus ojos de amor en este tacho de basura y me hizo libre,me saco del poso de la desperacion del lodo cenagoso y me sentó entre las precisas de su pueblo , y me dijo mi hija eres tu yo te elegí .
Cada que veo en email una correo de Bahia Esperanza, me digo ese es Dios diciéndome algo que debo tener en cuenta y escuchar detenidamente. Gracias Edith
Gracias María! Un abrazo