A mí me gustan cosas que otros detestan y me parecen horribles otras que los demás quieren.
Me cuesta vivir lejos del agua y mi alma se hastía en terrenos llanos tanto como se ensancha emocionada al ver el mar. Me encanta el café argentino, los colores de nuestra bandera y encontrar la magia oculta en lo ruin. Soy mala para las memorias de la historia social y peor para los cálculos (con la química ni siquiera lo intento). La injusticia e inequidad me sublevan y el silencio por respuesta me entristece hasta la angustia. No me gusta el comino ni el anis y amo mezclar los colores y aromas de la comida mediterránea.Soy buena hasta la estupidez, y fiel hasta el fin.
Son tan cosas mías como amar las tormentas cuando todos eligen el sol.
Saber lo que uno ama y detesta es bueno para poner límites (o sacarlos) que respeten nuestras cosas. Esas con que por alguna razón el Creador nos dotó. Muchos entienden y hablan del amor sólo en el dar, pero en realidad si vamos a apegarnos a las reglas del Creador el primero a quién debiéramos dar amor y atención es al respeto de nuestras propias formas. Por algo Él dijo “como a ti mismo”:al dar la orden mayor de amar. Como te amaste, respetaste y cuidaste primero; así podrás dar libremente a otros.
Porque nadie puede dar lo que no posee primero.
Pero no te confundas, el amor correcto por uno mismo es diametralmente opuesto al ego y narcisismo (los ególatras no se aman, se perjudican). Cuidar correctamente de uno mismo es cuidar del equilibrio entre lo que damos y recibimos, porque nadie siembra y se desentiende de la cosecha sino que la cuida, espera y pelea por ella; y es cuidar de eso que por alguna razón un cielo generoso puso en nosotros.
Yo amo lo que amo y sueño con lo que sueño mal que les pese a muchos. Son mis cosas, nadie puede soñarlas ni amarlas ni tal vez realizarlas como yo. El Salmo dice que fuimos predestinados y soñados por Dios, y nada faltó en ese sueño en que nos formó antes de la Creación misma. Cuando respeto lo que soy y escucho el sonido de mi destino junto a la voz de mi corazón, yo estoy cuidando y celebrando el sueño que Dios sembró en mí; y que solo podrá florecer en otros si primero es cuidado en mi propio jardín.
Texto: Edith Gero
Imagen: by Eduardo Hildt/ vía: www.bancodeimagenesgratis.com