Noches de tormenta
Noches de tormenta

Noches de tormenta

Cómodamente instalada bajo la añosa parra espero con ansia en la tormenta que anuncia el viento incipiente, el alivio de la agobiante ola de calor.

Mi árbol de chirimoya, legado de mi tía -y mi contribución a la ley de bosques-, se acompasa en el viento dejando entrever el cielo platinado de noche y nubes. Mientras espero en el silencio que antecede al fragor de la tormenta, reflexiono en toda la sabiduría que el árbol me transmite: lo planté en un suelo dónde no crece desde semillas que me enviaron por correo de tierras lejanas, te resumo: lo planté sin pronóstico de futuro…; sólo lo planté, cuidé y regué. Hoy es un árbol regalándome su fruto y su sombra de suaves hojas afelpadas, que también espera su riego del cielo.

Vuelvo a la tormenta que llega precedida de un festival de luces surcando el azul noche de misterioso poder; algunas personas temen a las tormentas, a mí me encantan, creo que son mi elemento, tal vez porque siempre he vivido en tormentas. Los que les temen deberían recordar que más del 70% del planeta es agua, y de ella sólo el 1% agua dulce accesible… la lluvia nos bendice con agua dulce y pura.

La tierra espera, igual que yo, ansiosa y reseca la lluvia que nutre y vivifica

Manda mi Dios tu buena lluvia sobre todos mis sequedales, sácame de mis arideces, quítame mis tierras estériles… Que brote otra vez la hierba, que vuelvan las flores  y el verde, y mi alma se vuelva plena de cielos transparentes.

“He aquí yo hago cosa nueva…, otra vez abriré camino en el desierto y ríos en la soledad” Isaías 43:19

Texto: Edith Gero

Imagen: Banco de Imágenes

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