Creo que es una regla tácita: todos nos apuramos a compartir las alegrías, y retardamos compartir nuestras miserias (o directamente nos negamos a hacerlo).
Todos publicamos las fotos de los nacimientos, nadie de los funerales. Hay miles de fotos de una boda, ninguna de un divorcio. Compartimos premios, vacaciones, recetas y festejos, pero nadie comparte como se lavan las llagas de un ser amado en estado terminal, o de un alma quebrantada. A diario escucho integrantes de diferentes tipos de relaciones humanas decirme que callaron o se distanciaron “para no compartir esas miserias personales”. Y justamente eso, callar, es lo que oscurece y eventualmente interrumpe la relación. Si usted busca una receta para terminar una relación, calle sus fracasos y miserias. Si en cambio quiere fortalecerla, blanquee desde hoy cada día sus sentimientos más profundos.
Hablar de los quebrantos ennoblece la relación demostrando que ha madurado a un grado tal de confianza que permite hacerlo, y que ambos están “a la altura” de poder recibir o compartir el dolor. Y recalqué “a la altura” porque es exactamente así, una relación íntegra y amorosa entre dos personas avanzará hacia un grado de confianza que permita compartir las vergüenzas, dolor y fracasos personales sin miedo; porque el amor cubre la multitud de faltas. Como un manto tejido en misericordia y gracia el amor se inclina gentilmente desde el corazón de Dios a través de la escucha atenta del corazón amigo hacia quien lo abre, trayendo un principio de sanidad y consuelo. No hay juicio entre almas hermanas, cada uno sabe que todos erramos por igual.
Compartir las miserias entonces, habla muy bien del grado de amor cultivado y alcanzado en la relación. Para compartir los triunfos no se necesita a nadie especial, podemos hacerlo hasta con quienes nos odian. Pero sólo en alguien que nos ame encontraremos el refugio confiable para poder aliviar el alma. Dios nos hizo para amar, y el amor es sufrido, noble, atento y provee una cobertura gentil para las confesiones que cuestan tanto como alivian.
Por supuesto que compartir tal grado de privacidad debe ser hecho con el cuidado necesario para guardarnos y guardar a los demás. Las redes sociales no son el ámbito correcto para compartir cosas tan privadas como las derrotas, fallas y traspiés personales; pero sí lo es la comunicación personal con quienes hemos asumido un compromiso relacional íntegro ya sea en forma física o a través de cualquier sistema de videocomunicación, mail o teléfono. No solo no reniego de la tecnología sino que la utilizo a diario para llegar a otros y que otros lleguen a una ayuda oportuna. Y con ellos, con tu gente de confianza, no solo compartas lo bueno, sino en la misma medida comparte todo lo que te ocurre. Recuerda algo, un alma amiga es un regalo y nunca podremos hacer lo suficiente para poder merecerlo, así que no dejes a quienes por alguna causa del destino y la vida han llegado a tu vida, sé agradecido y demuestra tu compromiso con la relación en los días de tormenta como en los de sol.
Y Dios en su Cuidado amoroso y constante obrará para bien en todo.
Texto: Edith Gero