Crecer,  General,  Relación con Dios

Religión o relación

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El diccionario define religión como un conjunto de normas que practicamos durante un culto.

Una norma es una regla a seguirse.

Pienso en las normas que rigen todo ámbito laboral. Los primeros tiempos, las normas son los límites que demarcan deberes y derechos en nuestro puesto de trabajo.

Horarios, tareas, formas de relacionarse con las distintas escalas jerárquicas están puestas como el protocolo necesario para que nuestro lugar no comprometa el de otros. El problema no son las normas en sí. Sino que al incorporarlas, se forma el hábito.

Y la rutina.

Cuando recién ingresas a un trabajo la adrenalina te invade a mil. Tenemos el corazón agradecido, los pies ligeros y una mente dispuesta. Podemos percibir con claridad cada detalle.

En el tiempo de mi crisis matrimonial, trabajé como asesora de arte. Los primeros meses ese trabajo sanaba tantas cosas en mí. Cada nuevo cuadro que entraba, cada lámina, llenaba la retina del alma con belleza, formas y colores.

Pero el tiempo trajo la rutina.   Y la rutina me anestesió el corazón.  Mis actitudes se volvieron mecánicas.

Cuando recién nos cambiamos de casa, hay fiesta. Compramos cosas nuevas, pintamos y arreglamos hasta caer desfallecientes.
Salimos al jardín y ponemos tanto amor y cuidado en planear como lo arreglaremos.
Cada brote nos trae una expectativa. Esperamos con cada pimpollo, ver el color de la flor que se abrirá.
Luego el tiempo trae la rutina, y nos encontramos protestando por tener que cortar el césped, sin ver las novedades publicadas  por Dios en el jardín. Tal vez cortamos el brote de un árbol que el viento trajo. Nunca lo vimos.

Cuando nuestros hijos son pequeños, anotamos cada detalle de su crecimiento. Cada Kg, cada cm, es importante. No tomamos una foto, les tomamos mil. Cada gesto queda retratado en la cámara y en nuestra memoria. Estamos atentos.
Pero el tiempo pasa, y el hábito de verlos se instala.
¿Hace cuánto que no miras con detenimiento el rostro de los que amas, buscando los cambios que te orienten mejor hacia ellos?.

La rutina trae la ceguera de la atención.
Lo que antes nos maravillaba, hoy ni nos conmueve.
Lo que antes era vida aleteando en el corazón, hoy no es más que un peso frío y obligado.

Un día le entregamos nuestro corazón a Jesús. Ese día inolvidable nuestro corazón latía fuerte.
En los meses que siguieron era fácil cantar en las mañanas. Era sencillo darse por entero en los tiempos de adoración. Cada nota hacía vibrar nuestro ser agradecido. El camino de regreso al Padre había sido hallado. Su abrazo era perceptible en las noches y los días. La risa vivía en nuestra boca, nos sentíamos capaces de cambiar el mundo.
Ahora que nuestros ojos han sido abiertos queremos todo, queremos crecer. Y en nuestra búsqueda por afianzarnos, empezamos a adoptar normas.
Y llegan las primeras quejas, mientras el el letargo de la religión invade nuestra mente con su hielo sutil.
En medio del verano de encontrar a ese Jesús vivo y amoroso, ráfagas de viento helado comienzan a enfriar el corazón.
Nuestra carrera de cristianos ha comenzado.
En vez de buscarle a Él, buscamos amigos, salud, cosas que hacer, pareja. Nos involucramos en mil actividades.
Jesús nos mira atentamente. Nosotros ya no tanto. La rutina mata.

Domingo. 8 de la mañana suena el despertador de mi celular. 15′ para orar. 15′ para vocalizar.30′ para planchar, preparar y tomar el desayuno. 15′ más para vestirse, llamar el taxi y correr buscando la biblia y el cuaderno de notas mientras protesto con los  demás  que no sincronizan los horarios, hoy hay prueba de sonido y otra vez estoy tarde… Se terminó el café y nadie avisó….¿Porqué habré ido a la reunión anoche en vez de tomarme un tiempo para mí?…
Dios espera en la iglesia.

Cuando el frío de la religión ha ganado el corazón, salimos de horas de reunión, más frustrados y cargados que cuando llegamos.

Cuando estamos enamorados, el tiempo y el espacio no existen, las normas menos. Nos despertamos con un nombre en la mente y el corazón.
Los teléfonos suenan a horas inusitadas, las charlas y salidas atentan contra el sueño y la razonabilidad de los horarios. Todo es válido para contemplar un rato más el rostro amado, para escuchar una palabra mas.
La distancia y el dinero no son obstáculos para declarar nuestro amor.

Solo el amor vence la rutina. Solo el amor vence las diarias muertes.

Jesús anhela tener una relación de amor con nosotros. El no vino a imponer una religión, por el contrario, criticó duramente a quienes la practicaban.
El vino a darnos vida, y vida en abundancia.
Su amor no puede ser alcanzado por normas. Solo está disponible para los desesperados por Su Presencia. Para los que se han enamorado de El y buscan vivir al ritmo de Su corazón.
Cuando amamos, es una relación con la persona amada lo que afianza el amor y lo acrecienta.
Cultivar la relación con nuestro Dios es nuestra responsabilidad. y nuestro privilegio.
Los indicadores de salud de nuestra relación con un Dios vivo, son la ausencia de rutina, y de religión.
La Presencia viva y fresca del Amor de Dios en nuestras vidas cambia aún los rostros, cambia proyectos de vida, cambia la desesperanza, cambia los propósitos.

Hoy te invito a que tengas 24 horas enamorándote de Jesús.
Este es mi propio modelo para hacerlo.
Me despierto a la mañana y extiendo mi mano, en la confianza de que la Suya está ahí. Mientras desayuno abro mi Biblia y dejo que Su palabra confronte mi vida (le he llamado a esto, desayunar con Dios). Son Sus cartas de amor, que leo y releo hasta qu quedan marcadas entre los resaltadores y alguna lágrima. en algún momento del día cantaré para El. Cantarle a solas es mi deleite. El me susurra al oído lo que quiere, yo le respondo. A Dios le gusta bromear. A veces me pide una canción que no recuerdo, y tengo que ir a buscar las notas. A veces El me canta una nueva canción, y tengo que interrumpir todo para concentrarme en asimilar la melodía.
En varios momentos del día hablaré con El. Hay días que casi de continuo estoy hablando con El en mi corazón. Le hablo mientras trabajo, mientras ordeno la casa, suelo preguntarle qué hacer y no todo el tiempo. Mi dependencia de El aumenta mientras me acostumbro a compartir con el aún los temas sencillos y cotidianos. También tomo un tiempo para estar con Él a solas y contarle mis dolores y temores, mis dudas y mi agradecimiento.
El tiempo que más espero de todos los momentos del día es el de declararle mi amor.
A veces tomo tiempo para escucharlo. Y me dispongo en silencio para oírle. Generalmente no me responde en ese momento. Pero El valora el tiempo que me tomé, y Su respuesta me sorprende siempre.
A veces le escribo. Como ahora, y dejo asentado frente a los demás cuanto lo amo. Es como publicar un pasacalle con una frase de amor. No necesito verlo para saber que  mi Señor Jesús está leyendo sobre mi hombro, tal vez sonría, yo creo que sí.
La noche es la mejor parte, cuando ya cansada del día me acuesto. Puedo dormirme confiada en Su Abrazo protector. Puedo descansar bajo las Alas de Su dulce refugio.
Sé que aunque los cielos y la tierra pasen, sé que aunque el sol no salga mañana, Su Amor por mí jamás cambiará. Puedo descansar en esa certeza.

Hoy te invito a cambiar las normas de una religión, y emprender el desafío de una relación fresca, y diaria con el Dios vivo.
Jesús te espera con los brazos abiertos. Ahora mismo, es el mejor momento para que tu corazón vuelva a latir por El.

Edith Gero reside en Córdoba, Argentina. Es Pastora, Consejera , escritora y creó la red de Bahia esperanza como un lugar amable donde poder hablar y encontrar herramientas para solucionar conflictos y crecer. www.bahiaesperanza.com www.bahiaesperanza.blogspot.com www.desayunandocondios.com Facebbok/Twitter:EdithGero

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