Es sábado por la noche. El cielo gris y frio parece compartir la consternación de un mundo que vivió todo un día al borde del desastre. Pensando si habría un mañana, si el mundo sería igual en las próximas horas.
El terremoto y el tsunami en Japón, la explosión en la central nuclear, mas de cien mil desaparecidos, miles de muertos, un volcán activado en Indonesia por el temblor. El eje del planeta corrido. Cincuenta naciones en alerta máxima. Se espera una caída en la economía y recesión mundial. Los meses y años que vendrán serán muy dificiles para todos.
El mundo llora su agonía, llora y grita en un final tristemente anunciado desde el comienzo en la palabra de Dios. Pronto todos nosotros veremos cara a cara a nuestro Creador.
Dolor, depresión, crisis. Pérdida.
Mi corazón llora , por el dolor de tanta gente. Y oro por ti, Japón, para que puedas ver la luz del Señor viniendo sobre tí, dándote esperanza, llevándote en medio de la crisis a que te pares sobre la unica Roca que jamás temblará. En tu hora dificil, sé lleno de las fuerzas de Quien multiplica las de quien no tiene ninguna, y sea tu dolor confortado en el abrazo amoroso del Padre.
Este mundo como lo conocemos tiene su final ya dictado. Y los tiempos finales ciertamente serán muy dificiles. Pero en la tormenta, podemos mirar el faro del Señor Jesus.
«Lámpara es a mis pies tu Palabra,
y lumbrera a mi camino»Salmos 119.105
No son horas estas para soluciones simples. Sino para ir a la esencia, aquella que siempre permanecerá. Y conectarnos a ese Cielo donde toda justicia un día será cumplida y toda lágrima enjugada.
Asegura tu vida abriendo tu corazón al Señor. Párate en la Roca que jamás será conmovida mediante Su Nombre. Y luego toma la mejor medicina para tanta aflicción. Salmos 23.
«El Señor es mi pastor, nada me falta.
En verdes pastos me hace descansar.
Junto a tranquilas aguas me conduce;
me infunde nuevas fuerzas .
Me guía por sendas de justicia
por amor a su Nombre.
Aún si voy por valles tenebrosos.
no temo peligro alguno
porque tú estás a mi lado;
tu vara de pastor me reconforta.
Dispones ante mí un banquete
En prsencia de mis enemigos.
Has ungido con perfume mi cabeza
has llenado mi copa a rebosar.
La bondad y el amor me seguirán
todos los días de mi vida;
y en la casa del Señor
habitaré por siempre»
Leer: Un Faro en la tormenta