El agua es parte insustituible de nuestra vida.
Está en nuestro cuerpo, nos bañamos en ella, la tomamos, la usamos para cocinar, para limpiar, para regar.
Pero hoy quiero referirme a otra función de este líquido maravilloso.
Cuando llegamos al hospital con una herida, lo primero que hacen, es lavarla con agua.
Y luego de una operación, o en una enfermedad, se transforma en lo que más ansiamos.
El que camina por el desierto, llega al pozo de agua con un ansia indescriptible.
Y para el que está fatigado y angustiado, sentarse a la orilla del agua es terapia efectiva.
Cuando los problemas me afligen y necesito reponer fuerza para el camino suelo ir a refugiarme a la casa de mi madre, y sentarme por horas frente al lago, en un lugar solitario que yo di a llamar “mi lugar en el mundo”. Amo esas rocas, mientras las olas se estrellan contra ellas y salpican mis pies, mi alma se aquieta y la fuerza cristalina me habla siempre del Dios de toda Gracia y consuelo.
Hay tiempos en el alma que son tiempos de desierto. Caminas y caminas y todo lo que ves es arena, y un sol candente. La sed abrasa la garganta, la piel se parte y duele.
Y clamamos por el agua espiritual que sacie nuestra sed.
En el Salmo 23 el Señor se declara nuestro Pastor, y nos dice que nos pastoreará junto a aguas de reposo, y en lugares de delicados pastos, nos hará descansar, y confortará nuestra alma.
Si en tu hoy solo hay un largo desierto y te sientes abrumado, eleva tus ojos al cielo, el único lugar de donde vendrá tu socorro, y pide a Dios, que te envíe sus aguas de reposo, y te permita descansar.
Dios es Fiel, y ya, te ha escuchado. Solo espera en El mientras sigues aumentado tu fe.
TE invito a escuchar al Dr. Serafin Contreras Galeano en una reflexión preciosa, que me llegó justamente, en una mañana de desierto.
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hermosooooooooooo
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