Cae la tarde serena sobre la montaña en el momento mágico que antecede a la navidad. Todo está quieto, el calor ha cedido y el aire fresco espera….
Los arboles susurran. El lago calla. Es como si toda la creación esperara ser tocada otra vez por el amor infinito.
Miro cada flor, el cielo calmo del anochecer y la magia de la navidad llena mi interior con el susurro de Dios mostrándome a su Hijo.
Dios está feliz, yo estoy feliz.
El silencio liviano de la tarde especial ejecuta la sinfonía del Cielo. Solo puedo escucharla con los oídos del alma. Las notas perfectas llenan el universo y me rodean de algo maravillosamente insondable.
Por un momento la vida diaria con sus luchas, queda fuera de la envolvente canción de Dios a Su Hijo.
Todos buscamos la felicidad y hemos debatido acerca de ella por siglos. Pero no conozco a nadie que la haya asido continuamente. Ella es escurridiza y ligera como una bella pluma jugando en la brisa de la tarde.
Tal vez hemos buscado mal, en nuestro caminar sin Dios.
Tal vez la felicidad no sea un estado, ni una decisión. Tal vez El sea la felicidad.
Tal vez la felicidad solo sean momentos como este mágico atardecer de navidad.
Pequeña y maravillosa felicidad que irrumpe en la desesperanza y llena de fe al hombre común, trayendo el perfume de un cielo de gloria.
Imagen: Atardecer en el lago/by Edith Gero
QUE HERMOSO,QUE BELLO,COMO NOS TRASLADAN TUS PALABRAS A ESE LUGAR QUE TODOS DESEAMOS TENER ALGUN DIA ESE LUGAR DE PAZ CON DIOS
Hector, querido amigo, gracias por tus palabras. Mis bendiciones a tu bella Colombia y a tu esposa.