Anochece azul y dorada la víspera de Nochebuena. El cielo se adorna y el aire respira una calma de terciopelo, como si la Creación misma se hubiera pacificado…Y celebrara con nosotros a Emanuel, Dios con nosotros. Alégrense las costas y los mares, respire paz y buena voluntad la tierra entera, repliéguense con respeto y asombro los abismos, porque el Salvador nos ha nacido.
Poco importa si fue antes o después, si verano o invierno, sin Jesús no hay Navidad. Aunque algunos pretendan desviar el sentido original, no hay discusión posible, Jesús ES la Navidad, ÉL ES el motivo, en diciembre y en cada día del año ÉL ES la razón. Sólo hubo un nacimiento que cambió para siempre la historia de la humanidad, sólo una vez Dios se encarnó en un hombre y partió la historia en dos. Sólo una vez la Gloria, belleza, poder y majestad del universo descendieron para habitar entre los hombres. Frente a este increíble y único acontecimiento ¿cómo no habremos de recordarlo y celebrarlo? Las discusiones pasan a ser irrelevantes, Dios vino a traernos salvación, Dios vino a habitar entre nosotros y poco importa si fue diciembre u otro mes, o si fue el año cero o el cinco antes de Cristo. A diario se festejan y recuerdan los nacimientos de hombres y mujeres que hicieron algo en este planeta y a muchos de ellos tampoco se los celebra el día exacto, al desconocer el día se fija uno para el festejo.
Mañana celebramos el cumpleaños de Dios y mi alma se llena de alegría y un profundo respeto por tanto amor inmerecido. Es mi oración en estas fiestas que puedas invitar a Jesús a habitar en tu corazón para que guíe tu vida cada día trayéndote la libertad y amor que conquistó para tu vida con Su precioso sacrificio, y que puedas celebrarlo con la alegría plena de un corazón agradecido.
Texto: Edith Gero
Imagen: Banco de Imágenes Gratis.com