EXTRÁCTATE
EXTRÁCTATE

EXTRÁCTATE

Empiezo esto, lo dejo. Empiezo lo otro, lo dejo. Retomo lo primero, lo dejo. Vuelvo con el último o ya no sé con qué número… No importa el área – trabajo, relaciones, orden personal-, encontrar algo y persistir día a día en ello parece ser solo una idea loca que duerme en el cajón de los imposibles.

Vivimos en una sociedad multi-tarea, multi-estímulos y ¿múltiples relaciones?. Nuestra mente vive dispersa en miles de oportunidades. Y es como ese copo de semillas que da una hierba del campo, las soplas y salen todas disparadas en diferentes direcciones. Son bellas, y el cielo es infinito para ser volado, pero tal vez poco efectivas.  Consideremos este otro ejemplo, tomo leche y la soplo en el viento, ¿qué hará? Nada, no tendrá valor, las gotas caerán en cualquier lado. Pero si extractamos esa leche, del resultado saldrá la fórmula que  alimenta un bebé.

Empiezo un trabajo y lo dejo, empiezo otro, lo dejo también. Empiezo a ordenar un cajón y lo dejo, cuando retomo al otro mes empiezo otro, al mes siguiente todo está peor que cuando empecé. Empiezo una relación, me frustro y la dejo, empiezo otra y así hasta que ya ni decido perseverar.

Cuando uno deja algo sin perseverar en ello y sin extractarlo, pierde todo el tiempo y esfuerzo realizados. Y si haces de eso un hábito, pierdes “habitualmente” el tiempo y tu fuerza.  Es muy difícil concentrarse en un mundo dominado por millones de oportunidades multimediáticas que literalmente te bombardean a diario en todo, desde ofrecerte  cada día un nuevo software convenciéndote que el de ayer no sirve hasta convencerte que quedarte con una sola persona en un mundo tan lleno de personas es una tontería.

 -¿Y si cambio a esto? ¿Y si me voy allá? ¿Y aquello no será…?.

Y así saltas de una cosa a otra, y te vas empobreciendo (aunque seas rico económicamente). Porque en cada cosa que no has peleado y perseverado, dejas una parte tuya. Dejas fuerza, dejas ilusiones, dejas herramientas ya aprendidas, dejas, abandonas.

Ya dijimos en un  artículo anterior que al soldado que huye, lo matan por la espalda. La vida es una batalla diaria y cada cosa que queremos merece nuestra perseverancia.

Aunque haya mil oportunidades por ahí, solo algunas serán para ti, y hay cosas en las que solo una es para ti. Dentro de ese diario bombardeo de opciones, cierra un momento los ojos y  acalla tu mente llamándola a orden. La Biblia dice “cautivando todo pensamiento a la obediencia a Cristo”, cautiva todo eso disperso y enloquecido, y llámate un momento a la quietud.

Ahora escucha tu interior, Dios no habla audiblemente salvo ocasiones puntuales, pero sí lo hace al corazón. Lo que tenemos que ser en la vida, dónde debemos vivir, con quién debemos estar, cómo arreglar áreas conflictivas; suelen ser suaves ideas en la mente y corazón que día  a día, mes a mes golpean suave e insistentemente la puerta de nuestro entendimiento. No busques futurología ni predicciones, busca en tu interior, Dios dejó en la tierra a Su Espíritu para que nos hable. Escúchate, escucha mejor. Afina el oído interior. Para por un minuto toda la parafernalia exterior, concéntrate.

 Y si ya has identificado eso que debes hacer, concéntrate en eso, y no lo dejes hasta lograr un resultado, aunque ese resultado sea el fin de la relación o trabajo o lo que sea, ¡es lo correcto para ti! Es lo que te enseñará lo que debes. Si te concentras y no abandonas, y eso termina igualmente; entonces irás a lo próximo con herramientas adquiridas, y lo que aprendiste te servirá.

Cuando tú miras mil opciones pero te concentras, escuchas tu corazón, y eliges, y persistes en lo que elegiste, crecerás a pasos agigantados, y llegarás a tener una identidad fuerte y un orden interior. Que haya miles de opciones no significa que sea correcto tomarlas. Dios nos dijo en Su Palabra que  hay caminos abiertos delante nuestro pero algunos son de muerte, que escojamos la vida pues, para que vivamos. Todos los días son decisiones, son elecciones, son opciones.

Mi reflexión hoy para tu vida es la que a mí me llevó décadas encontrar: Por favor, extráctate. Extracta lo básico de tu vida, lo de valor, lo que realmente quieres, y permanece en ello hasta agotar las opciones.  Concéntrate hasta volverte un extracto, lo mejor de ti mismo.

Estas normativas son básicas para la vida diaria pero más para el terreno relacional. Si tú piensas que siempre el otro jardín es mejor que el tuyo nunca llevarás a buen puerto relaciones sólidas. Los famosas salas de chat y lugares de encuentro y redes sociales en internet han diluido el valor relacional a algo totalmente disperso que tomas y dejas. Concéntrate. Dios no te enamorará de miles de personas. Ni te dará miles de hijos. Ni mil amigos (no importan aquí los números de las redes sociales). Concéntrate.

Y recuerda que así como para hacer un tarro de leche condensada  o de extracto de tomates hacen falta determinados procesos que deben seguirse paso a paso, así es todo en la vida, “paso a paso”.  No tomas la leche y sale en polvo así de simple. Mira a tu alrededor, examina las áreas de desorden, dá el primer paso tal vez haciendo algo físico que provoque el reordenamiento interior. Haz un giro desacostumbrado en una relación conflictiva, ofrece una permanencia que no existía, y luego mantén ese primer paso mientras das el segundo. Llega un momento en que los procesos se automatizan, pero hasta entonces debes provocar cada paso y hacerlo en una secuencia lógica.

Y si vas a cambiar algo, asegúrate primero de haber escuchado tu interior y de haber agotado las instancias en lo que ya comenzaste primero. No dejes nada sin resolver. Extráctate.

Texto: Edith Gero

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